Compartir este blog:

| Más

lunes, 12 de abril de 2010

Mi nombre de guerra: la senhorita Donna Kebab



Después de que terminaste conmigo por skype (encima te salió gratis, pero en fin, siempre fuiste un amarrete),quedé como un trapo, no me moví de mi cama de la residencia estudiantil cuyo colchón recuerda a un campo de concentración. Lloré sin parar, a cántaros, porque dolía esta separación;

y es que a pesar de que siempre supe que no valías la pena, siempre me puse a luchar por una relación sin pies ni cabeza, así como nos ensenhan las novelas, la sociedad latina y Walt Disney.

Mi cuerpo ya no daba más, ese dolor en el pecho y la hinchazón en mis ojos canela no cesaban. Al día siguente me paré, me fui a la estación de tren y me saqué 4 fotos, esas las de 6 euros, de una calidad paupérrima en las que te ves más oscurito de lo normal. Las ojeras no ocultaban la noche de moqueo que dejé pocas horas atrás... pero a quién le importa, igual en este país nadie mira a nadie y el coqueteo es como si buscaras a un esquimo en la Amazonía. Me fui decidida a irme a Frankfurt, exactamente a la embajada turca, asacarme mi visa para cargarme de energía que sólo esa ciudad sin igual me sabe dar: a mi inolvidable Estambúl. El hombrecito dador de visas, me miró, me reconoció y me dijo: de nuevo aquí? Pasa... ya no necesitamos fotos tuyas. Luego de que me dieran mi visa me enrrumbé al aeropuerto a comprarme mi ticket de último minuto para así aterrizar en el aeropuerto internacional Atatürk. Un paquete por 200 euros por 4 noches, 5 días, en hotel 4 estrellas, dormitorio para single.

El mes de mayo me haría gozar en todo su esplendor lo que necesitaba, me haría recordar lo rica que estoy y refrescaría a mi memoria frágil de lo lindo que es coquetear de la manera envidiable en que los turcos lo saben hacer. Me fui sin haber hablado con mis amigos de allá, no importaba, tal vez buscaba estar un poco sola... o tal vez buscaba otro tipo de companhía. Paseando por las calles de Taksim, había un grupo callejero de músicos.

Es ahí cuando me tropecé con esa mirada penetrante de esos bellos ojos verdes con los que aún suenho. Tus cejas pobladas y tus labios medianamente carnosos captaron mi atención de inmediato; tu piel morena inspirada por un sol otomano me hacían sentir como en casa. El dolor de hace una semana sobe mi cama lo olvidé desde que me meonté a ese avión de aerolinea mundana. Esos ojos no me los sacabas de encima y me quedé escuchándolos, escuchándote hasta el úlimo acorde de tu guitarrita turca. Te me acercaste y me hablaste; con mis conocimientos turcos no llegamos muy lejos pero sí llegué. Los gestos y las miradas nos bastaban. Yemek, yemek! Evet, hadi! Y nos fuimos a comer a un puestito. Nos fuimos luego a la parte asiática y ver la puesta del sol con un par de Efes y tu guitarra. Cómo deseaba que me toques con esa pasión con la que tocabas tu guitarra. Sentía que me desvestías con solo una mirada.
La noche cayó y con ella subieron nuestros deseos carnales de tocarnos y mirarnos a media luz de ese hotel en medio de una calle de vendedores africanos, en pleno barrio ruso y a una cuadra de un prostíbulo. Subimos a ese dormitorio con olor a alfombra vieja, me besaste con tanta ternura y obsesión, no me dejabas de mirar,no me dejabas de tocar, con esas manos gruesas y ásperas... lo cual hizo que mi ropa interior se deslizara en cuestión de segundos bajando por mis piernas morenas, fluctuando esa sangre caliente. Sudábamos, ese calor no lo había sentido en mucho tiempo. Creo que fue la última vez cuando me tocaba yo misma, por que ni eso sabías hacer bien...
Ese acto de esa noche de mayo se repitió en las siguientes noches de mi estadía número 4. No sé si te fui a buscar o si sólo fue coincidencia, pero yo no creo en eso, fue destino que me hayas regalado esas miradas que me desvestían en plenas calles Estambulenses. Recep, regalame una canción y con ella una mirada de pasión.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario